Betty recibe una piel de zorro en su domicilio y se deleita probándosela ante el espejo.
El perrito Pudgy la ve acariciándola y se pone celoso.
Cuando Betty deja el zorro y marcha, Pudgy entabla una lucha con la piel.
Al cesar el ataque, Pudgy ve a su adversario inmóvil e intenta reanimarlo de todas las maneras que conoce.
Creyendo haberlo matado él, la culpa le hará sufrir visiones condenatorias.