El hecho de que el artista viera necesario identificarlo con un pequeño cartel abajo a la derecha con su nombre y la evocación de una ciudad del norte (el atributo típico del santo es además del atuendo de peregrino, una maqueta de la ciudad de Núremberg en la mano) sugiere que ese santo no era muy conocido en Venecia.
Las puertas permanecieron siempre en su lugar en la iglesia, siendo objeto de restauraciones y repintes que dificultaron la lectura de la superficie pictórica.
Las puertas cerradas muestran a los santos Bartolomé y Sebastián bajo un arco clásico entre dos columnas adosadas a pilares y que se abre sobre un fondo oscuro; la columna de la derecha tiene también una función narrativa, pues a ella está atado Sebastián, que sufrió así el martirio de ser asaetado.
Los santos aparecen de cuerpo entero a tamaño natural y los colores del exterior contrastan con los del interior.
La fusión entre sujetos y espacio, operada por medio de la atmósfera difuminada y envolvente, remite a la escuela de Giorgione, así como el sentimiento de silenciosa contemplación.