El romano le hizo insinuaciones sexuales, y al ser rechazado, la violó.
Entonces le ofreció, para aliviar su vergüenza, conseguir el rescate de su gente, para lo que envió con el mensaje a uno de sus esclavos, también cautivo.
Sus compatriotas llegaron al lugar designado con el rescate, y mientras el centurión contaba el oro, Quiomara les indicó –inclinando la cabeza, según Plutarco; ordenándoselo en su propia lengua, según Tito Livio– que le cortaran la cabeza.
Quiomara se llevó la cabeza del centurión y la arrojó a los pies de su marido.
Se dice que el historiador griego Polibio la conoció en Sardes, y que le impresionó su «buen sentir e inteligencia».