Posteriormente entraría en el círculo que se reunió en torno a David Peña, director del diario La Prensa, que incluía a personas como Mario Bravo, Emilio Becher, Lorenzo Fernández, Emilio Ravignani, Alberto Tena, José Ingenieros, Antonio Montevaro y Diego Fernández Espiro.
En Sevilla impartió conferencias sobre la leyenda negra en el Ateneo y en el Instituto Ibero-Americano, cuyo director en la época era Rafael Labra.
El tribunal estuvo formado por Jorge Guillén, José María Ots Capdeguí, Juan de Mata Carriazo, Juan Tamayo y José de la Peña, que votaron unánimemente a favor.
En 1935 había sido reconocido mundialmente como un historiador y americanista de talla.
De carácter fuerte y un tanto rudo, era muy exigente, sobre todo consigo mismo.