En 1865 fijó su residencia en Roma,[2] donde permaneció algunos años; allí coincidió con Fortuny,[3] y recorrió toda Italia.
La tradicional campiña romana, las históricas ruinas monumentales, los recuerdos que guarda la ciudad eterna y la diversidad de tipo y aspectos, iluminados por el cielo del Lacio, así como los canales, las islas, las góndolas, los misteriosos callejones y los legendarios edificios de la ciudad de las lagunas, inspiraron a Amado algunas de sus más importantes composiciones.
[4] En Roma y en Venecia empezó a dedicarse a la pintura de acuarelas, en la cual se distinguió después, logrando dominar como excelente colorista.
[6] El pintor Amado fue un ejemplo de vocación artística y un trabajador incansable, que produjo gran cantidad de obras.
Su producción, sin embargo, se dispersó ya en vida, ya que fue adquirida por clientes de París, Roma, Viena y Londres.