Ramón Arcaya

Pertenece a la primera generación (1890-1920) de escultores navarros[n 1]​ contemporáneos siguiendo el criterio establecido por el doctor en Historia del Arte, Francisco Javier Zubiaur Carreño[1]​ y continuado por el profesor José María Muruzábal en su tesis doctoral inédita sobre la "Escultura pública en Navarra".

[2]​ Durante las dos siguientes décadas realizó muchas obras en solitario pero también con arquitectos como Víctor Eusa siendo prácticamente el único escultor trabajando en Navarra por estas fechas.

Fructuoso Orduna, otro escultor navarro coetáneo, se había asentado en Madrid.

El escritor Manuel Iribarren, con quien mantuvo amistad personal, tras su fallecimiento le dedicó estas palabras: Mantuvo abierto su taller en la Avenida de Zaragoza de Pamplona.

Su cercana colaboración con el arquitecto Víctor Eusa le procuró bastante trabajo de decoración «como perfecto complemento de los soberbios edificios del gran arquitecto».