Ramón Muriedas

Se asentó en Santander junto a su familia tras la muerte de su padre, sucedida cuando el joven Ramón contaba tan solo con siete años.

[2]​ Comenzó con la cerámica para pasar posteriormente a la escultura; aprendió el oficio con Víctor Orizaola y Benjamín Mustieles.

La familia retorna a Santander debido al fallecimiento de su padre cuando Ramón cuenta seis años.

En la segunda (1963-1972) se afianza en un estilo muy definido y característico que le distingue ya de otros escultores.

Las figuras tienen un canon alargado y una creciente expresividad con los rasgos muy marcados (cuencas de los ojos, nariz).

Muriedas inicia un periodo de mayor introspección e intimismo como afirman críticos como Julio Caro Baroja.

Su escultura La madre del emigrante (1970) en Gijón se ha convertido en un icono urbano, por su gran expresividad emotiva.

Monumento a la madre del emigrante
Monumento a la madre del emigrante, realizado en bronce y ubicado en Gijón.