Trabajó en el comercio, como su padre, con tal de poder obtener dinero para pagar el pasaje a Tierra Santa, donde quería hacer un peregrinaje.
No obstante, pronto decidió donar su fortuna a los pobres y vivir en la pobreza.
En 1153 Raniero volvió a Pisa, llevado por el almirante Raniero Bottacci que había dado en Tierra Santa, también, e ingresó en el monasterio de San Andrés, y después en el de San Vito.
Entre 1161 y 1162, el canónigo Benincasa de Pisa escribió una vida del Santo.
La influencia de la marina pisana extendió su culto por todo el Mediterráneo.