La nobleza ecijana y el municipio de la ciudad mostraron su afecto al cenobio franciscano.
Su exterior es radicalmente austero; el único elemento llamativo es la puerta de acceso, adintelada y con un sencillo frontón partido por una hornacina con imagen.
La espadaña que puede contemplarse a los pies del templo es fábrica reconstruida en 1983 con líneas barrocas.
Los muros están decorados con pinturas encastradas que presentan misterios marianos y escenas franciscanas.
El Retablo Mayor, barroco clasicista, realizado hacia 1630, se compone de dos partes: la primera consiste en un conjunto central compuesto por el ostensorio-sagrario y cajas laterales para las imágenes de San José y San Joaquín, en la parte baja, y un tabernáculo con cupulilla rematada con linterna que contiene una hornacina en la que se expone una pequeña escultura de la Inmaculada, en la parte alta.