Retrato de Elisa Casas

Como es lógico, Casas participaba en las grandes exposiciones con sus mejores obras, por esta misma razón volvió a exponer esta obra en París en la Exposición Universal de 1900.

El cuadro mereció elogios de los críticos de arte que valoraban los estudios del natural y reconocían que Casas había perfeccionado su estilo.

Aunque pintó a Elisa en diferentes ocasiones, destacan principalmente los tres magníficos retratos de dimensiones similares que corresponden a tres momentos de la vida de la retratada: la pintura del primer retrato, es cuando Elisa era aún soltera, la que pintó seis años después, ya casada y, finalmente, el que realizó en 1903, poco tiempo después de la muerte de su marido, en el que la retratada se presentaba vestida de luto riguroso.

De estas tres telas, la que se comenta es la única pintada al aire libre.

Para realizar esta obra Casas pintó previamente unos estudios preparatorios: un óleo de pequeñas dimensiones (24 x 14,5 cm) en el que tanto la figura como los elementos del fondo aparecen muy esbozados y un dibujo al carbón mucho más elaborado.