Bernardo y Aznar eran considerados usurpadores del condado, y contra ellos se esgrimían los derechos de sangre que tenía Guillemó al ser el hijo del antiguo conde de Berà.
Los visigodos, defensores del poder de Toledo, fueron expulsados y los sarracenos ocuparon el poder.
Bernardo de Septimania solicitó refuerzos al emperador, pero esta petición no fue atendida y tan solo se enviaron a la Marca tres legados: el ministro Elisachar, obispo de Tréveris, y los condes Hildebrand y Donato, los cuales tenían que estudiar la situación para adoptar las disposiciones necesarias, especialmente en lo referente a la defensa del Rosselló.
[16] Finalmente los rebeldes abandonaron el condado en dirección a Zaragoza: la revuelta había fracasado.
El gran triunfador del conflicto fue el conde Bernardo, que recibió como premio a su fidelidad la ciudad de Narbona y varios condados occitanos, honores por los cuales se tituló duque de Septimania.
Naturalmente Guillemó, camino del exilio con el resto de sublevados, perdió todas sus posesiones condales.
[18] Sus territorios se circunscribían a las actuales comarcas de Vallés Occidental, Bages, Osona y Bergadá.