Giscón prudentemente las dividió en pequeños destacamentos que viajarían de forma escalonada.
Dos mercenarios, el libio Matón y el campano Spendios, alzaron su voz por encima del resto, llevados por intereses particulares.
Imponiendo su voluntad, los rebeldes apresaron a Giscón, apoderándose de los tesoros que traía consigo (240 a. C.).
Sólo dos ciudades se mantuvieron leales: Hippo Dyarrhytus y Útica.
[4] Respaldados por un ejército de 70 000 africanos y 20 000 mercenarios, los generales rebeldes declararon formalmente la guerra a Cartago.