La niña evidenció excepcionales condiciones técnicas frente al piano, lo que motivó a su madre matricularla en el Conservatorio Nacional de Música en 1902; Roberto Duncker fue su maestro en aquel tiempo.
Al año siguiente, se presentó en público por primera vez en el teatro del Conservatorio Nacional; allí mostró sus grandes dotes musicales, situación que mereció otorgarle una beca estatal para continuar sus estudios en Alemania.
En esta academia, se perfeccionó con su maestro Martin Krause, quien también fue preceptor del célebre pianista chileno Claudio Arrau.
Además, se hizo acreedora del premio Liszt y de la beca Mendelsohn.
Aquí se repetía el éxito que había tenido en sus anteriores jornadas, pero su madre la persuadió de retornar a Chile.
En esas lejanas tierras, la artista no consiguió materializar sus anhelos y volvió a su terruño natal.
En 1934 emprendió otro viaje a Estados Unidos y Europa, que finalizó dos años después.
La madurez y seguridad de su interpretación, unidas a una excelente y promisoria crítica de importantes personalidades, indicaban que tal vez habría opacado a su más aventajado condiscípulo, Claudio Arrau.