Entre los años 353 o 354, el obispo de Roma Liberio escribió: «Hace ocho años, los diputados eusebianos, Eudocio y Martirio (que llegaron a Occidente con la fórmula en griego: μακρόστικος), se rehusaron a anatematizar la doctrina arriana en Milán».
No obstante, el concilio no cumplió las expectativas Liberio debido al abrumador número de obispos arrianos y a la ausencia inicial forzada del defensor del Credo niceno, Eusebio de Vercelli.
Hilario el diácono fue azotado y exiliado junto con Pancracio, así como los dos obispos nicenos.
De acuerdo con Agustín, Joviniano, quien unos años atrás intentó fundar una nueva herejía, afirmaba que los católicos preferían a los maniqueos porque, contrario a lo que Joviniano profesaba, preferían la santa virginidad al matrimonio.
Hay cartas del papa Siricio sobre el asunto dirigidas a la Iglesia de Milán, y sobrevive la respuesta que le envió el Sínodo de Milán, presidido por san Ambrosio.
[4] En 451, Máximo de Turín se encontró nuevamente en un sínodo en Milán en el que los obispos del norte de Italia aceptaron la célebre carta (epistola dogmatica) del papa León I el Magno, en la que se establecía la doctrina ortodoxa de la Encarnación contra las ideas nestorianas y eutiquianas .