Se elabora con harina de trigo, mantequilla, azúcar y a veces yema de huevo.
Puede ser perfumada con almendra o cáscara de limón.
[1] Los sablés se habrían mencionado por primera vez en las cartas de la marquesa de Sévigné, que relata cómo el famoso Vatel los servía en el salón del Gran Condé en Sablé-sur-Sarthe en 1670, y cómo la marquesa de Sablé los dio a conocer llevándolos a la corte del rey en Versalles.
[2] Los historiadores se decantan por un origen normando, dado que los sablés aparecen en 1828 en un libro de viaje por Normandía del prefecto Masson de Saint-Amand; describe el «gâteau sablé d’Alençon» que «era muy apreciado y que se desmigaba como la arena al comerlo».
En los últimos años del siglo XIX, el sablé está de moda en las playas normandas frecuentadas por la alta sociedad parisina que extiende su fama en París.