[4] Este himno contiene, en sus seis versículos, diez imperativos —«¡Alabadlo!»— que le otorgan un tono repetitivo.
[4] Esta monotonía verbal, que apunta a la grandeza divina, contrasta con la amplia variedad de instrumentos musicales convocados por el salmista.
Para el salmista, la alabanza es debida a Dios, no solo por obligación, sino como agradecimiento.
Los comentaristas se centran principalmente en dar un significado espiritual a los distintos instrumentos musicales.
[14][15] Al rezar el salmo 150 en este oficio, se repite siempre la recitación del versículo seis.
[17] Muy probablemente fue el comienzo de los salmos 148 y 150 —Laudate Domino— lo que dio su nombre actual (laudes) a esta hora canónica.
Actualmente se encuentra en el Museo dell'Opera del Duomo de la misma ciudad.