[1] San Lorenzo aparece sentado, de perfil, con el cuerpo inclinado hacia adelante, y las manos juntas en oración.
[3] Con esta disposición, Zurbarán consigue incluir la parrilla y casi toda la figura del santo, adaptándolas al tamaño impuesto.
La figura se recorta delante un cielo muy claro y un paisaje con árboles gris-azulados, resaltando la roja vestimenta.
[4] Este lienzo está fechado poco después del viaje de Zurbarán a Madrid.
El santo —rasgos algo toscos, rizados cabellos— muestra una actitud serena, agarra la gran parrilla, y alza sus ojos al Cielo, con el rostro arrebatado en éxtasis.