San Roque, nacido en Montpellier, fue uno de los santos más invocados contra la peste entre los siglos XVI y XVIII, cuando se sucedieron numerosas epidemias.
Según la leyenda, mientras ministraba en Piacenza, él mismo se contagió y, abandonando la ciudad, se retiró a la naturaleza salvaje para morir, pero milagrosamente curó; todos los días un perro le traía una trozo de pan y lamía sus bubones.
Finalmente, Roque acabó regresando a Montpellier, donde no fue reconocido y encarcelado acusado de espía.
Roque está representado según su iconografía tradicional: vestido con traje de peregrino, con un muslo desnudo y el perro a su lado.
Como muchas obras maestras, el lienzo de Rubens fue llevado a París en 1794 durante la dominación francesa.
[2] En ese año un tal Terbard también hizo una copia en un formato más pequeño, guardado en el castillo de Gaasbeek.