Esta obra, creada durante el período tardío del Renacimiento, retrata a Santa Clara de Asís, conocida por su papel en el movimiento franciscano y su dedicación a la vida religiosa.
La selección de obras del museo se realizó teniendo en cuenta su adecuación al espíritu y carácter que el Patriarca, Juan de Ribera, inculcó a la fundación.
Hoy en día, la pintura es valorada no solo por su significado histórico y religioso, sino también por su contribución a la comprensión del retrato renacentista y su influencia en generaciones posteriores de artistas.
El vestido sigue la regla habitual del papa Urbano IV, que estipula el hábito de las monjas clarisas: "La túnica exterior, pues, los escapularios y los mantos no pueden ser enteramente blancos ni enteramente negros.
Que se cubran la cabeza con uniformidad y modestia, con vendas o velos de tela común, completamente blancos, no preciosos ni refinados, de modo que la frente, las mejillas, el cuello y la garganta permanezcan cubiertos [...] Que tengan también un velo negro, no precioso ni refinado, extendido sobre la cabeza, tan ancho y largo que llegue hasta los hombros por ambos lados y por detrás descienda un poco más allá de la capucha de la sotana".
En 2013, gracias a los intercambios con instituciones italianas y europeas, se pudo ver por primera vez en Italia el retrato de Santa Clara.