[5] Según la tradición, Manuel Fernández de Santa Cruz y Sahagún, obispo de Guadalajara y Puebla, realizó un sorteo para decidir bajo qué advocación era llamada la institución, saliendo elegida Santa Mónica, si bien el obispo la rechazó alegando que la santa no era virgen ni había vivido en clausura, por lo que dispuso que el sorteo se repitiera tres veces, saliendo elegida Santa Mónica en todas ellas, lo que el obispo interpretó como un acontecimiento divino, poniendo finalmente el convento bajo la advocación de la santa.
La mujer, sorprendida, entró con su esposo al templo, donde confesó la verdad, dirigiéndose ambos acto seguido a la prisión con el fin de ver al recluso, si bien no pudieron hallarlo ni obtener ninguna noticia de él, por lo que supusieron que ese hombre era Cristo, quien había puesto a prueba el amor de la pareja.
Respecto a la leyenda del Señor de Villaseca, los artículos que la mujer llevaba en la cesta (atole, tortillas, frijoles y alimentos en general) se convirtieron en objetos religiosos (vino de consagrar, hostias, granos de incienso y flores respectivamente), aunque también se afirma que se transformaron en rosas, elemento diferenciador del relato de Puebla, en el que la comida se convirtió en maravillas.
Así mismo, es común que en los relatos del Señor de Villaseca y del Señor de las Maravillas de El Arenal el amante aparezca muerto y que la mujer, arrepentida y decidida a cambiar su estilo de vida, desaparezca junto con su esposo,[8] aunque en algunas versiones el marido, descrito como un maltratador, es quien muere, permitiendo así que la mujer pueda ser feliz con su amante.
La talla, a tamaño natural y con un peso de 70 kilos,[3] está custodiada junto a la reja del coro bajo[1] del templo y se encuentra guardada en una urna tapizada con diversos colores en función del tiempo litúrgico y decorada con corazones metálicos, la mayor parte realizados en oro o plata, obsequiados por fieles.