Un ejemplo es la escritura ibérica que usa silabogramas para las combinaciones con consonantes oclusivas (b, d, g) y fonogramas para el resto.
Pero hay una familia de sistemas de escritura desarrollados en la península ibérica, como mínimo desde el s. V aC, quizás desde el s. VII a. C., que también se comportan como semisilabarios: los semisilabarios paleohispánicos.
Sobre su origen no hay consenso: para algunos investigadores su origen está directa y únicamente ligado al alfabeto fenicio, mientras que para otros en su creación también habría influido el alfabeto griego.
Los semisilabarios paleohispánicos comparten una característica tipológica distintiva: presentan signos con valor silábico, para las oclusivas, y signos con valor alfabético, para el resto de consonantes y vocales.
Finalmente, la escritura tartesia o suroccidental presenta una característica distintiva, puesto que los signos silábicos van seguidos siempre por la vocal.