Sepulcro de Enrique I de Castilla

La reina Berenguela de Castilla, que sucedió a su hermano en el trono castellano, se apoderó de la ciudad de Dueñas y envió a los obispos de Palencia y Burgos a hacerse cargo de los restos mortales del difunto rey, y, posteriormente, ella los acompañó hasta el Monasterio de las Huelgas en Burgos, en el que recibieron sepultura, y que había sido fundado por su padre, el rey Alfonso VIII de Castilla, yaciendo en él sus progenitores y varios de sus hermanos, entre ellos el infante Fernando de Castilla, que falleció en la ciudad de Madrid en 1211, y al lado de cuyo sepulcro fue sepultado el rey Enrique.

El sepulcro del monarca se encuentra colocado frente a otro que contiene los restos del infante Fernando de la Cerda, hijo de Alfonso X el Sabio, y a su derecha se halla el sepulcro que contiene los restos de su hermano, el infante Fernando de Castilla, que falleció en la ciudad de Madrid en 1211.

[1]​ Durante la exploración del Monasterio de Las Huelgas llevada a cabo a mediados del siglo XX se comprobó que los restos mortales del rey Enrique I de Castilla yacían en su sepulcro, momificados aunque incompletos, excepto su cabeza, que no se hallaba momificada, y que mostraba signos de haberle sido practicada al difunto una trepanación, posiblemente a fin de paralizar la hemorragia cerebral que debió sobrevenirle como consecuencia del golpe que recibió.

Según Gómez Moreno, dicha cofia no perteneció al rey Enrique, sino a Fernando de Castilla, hijo natural de Alfonso X el Sabio.

[3]​ Sin embargo, Faustino Menéndez Pidal opina que sin duda, la cofia perteneció al conde Álvaro Núñez de Lara teniendo en cuenta que el joven rey murió en Palencia bajo la custodia del conde.