Serafina se casa en plena Guerra con el coronel Carlos Alegría Álvarez, un voluntario mexicano que viaja a España para unirse al ejército republicano.
Tras la derrota republicana y siendo militante del PSUC, Serafina teme a las represalias franquistas y decide pasar la frontera de Francia a través de los Pirineos llegando a París y Chartres, ciudades en donde vive por poco tiempo.
Un mes después cuando se reencuentra con su esposo, el Consejo del Comité Técnico ordena que se le envíen pacientes de su especialidad.
También termina el último curso de la carrera de Ciencias Químicas que le quedaba pendiente y recibe la autorización para trabajar en la industria farmacéutica mexicana donde coincide con otros químicos exiliados.
Consta que durante un tiempo trabaja como responsable publicitaria de los Laboratorios CIBA.