Si muero antes de despertar

En una encuesta de las 100 mejores películas del cine argentino llevada a cabo por el Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken en el año 2000, la película alcanzó el puesto 40.

Christensen llevó unos relatos de William Irish a los Estudios San Miguel y allí aceptaron filmarlos con la condición de que el propio realizador se ocupara de tramitar los derechos, por lo que voló a Nueva York y los logró por poco dinero.

La adaptación se encargó a Alejandro Casona, un dramaturgo español exiliado en Buenos Aires desde el fin de la Guerra Civil, con la intención de filmar un largometraje en tres episodios, pero luego se vio que uno de ellos quedó demasiado largo, por lo cual se rodó una película separada titulada Si muero antes de despertar que se estrenó un poco antes, en tanto los otros dos integrarían No abras nunca esa puerta.

En su crónica el cronista King escribió: "logrado suspenso … hay en el filme una excelente realización (respaldada por la calidad de la fotografía) un logrado clima de expectación y ansiedad.

[3]​ En su estudio sobre el director, Carlos A. García escribió: Por su parte el crítico de La Nación destaca que "sobresalen las actuaciones del niño Néstor Zavarce, Floren Delbene, Homero Cárpena, y los exteriores rodados en el barrio de San Isidro, por el director de fotografía Pablo Tabernero.