Se trata de siete pilones de obra levantados en el terraplén, sobre la ladera oriental del Pinar, en el camino que conduce al Calvario y al viacrucis local.
Al parecer, la costumbre se originó en la Orden de los Servitas (frailes siervos de María), probablemente después que se fundara en monte Senario, lugar cercano a Florencia, Italia (1233).
En la tradición europea, se dice que la Virgen María comunicó a santa Brígida de Suecia (1303-1373) la siguiente consideración: «Miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quién se compadezca de Mí y medite mi dolor, mas hallo poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos.
En la práctica española, la devoción se vincula a la reina Juana I de Castilla, más conocida como Juana la Loca (1479-1555), que introdujo la piedad tras la muerte repentina de su marido, Felipe el Hermoso (1506).
A la derecha de la Virgen se representa el motivo pictórico alusivo.
Asimismo, existe un collar de cuentas, similar al del Santo Rosario, para rezar los siete dolores.