[1][2][3][4] La producción sinfónica del maestro austríaco puede dividirse a grandes rasgos en tres bloques temporales: el primer bloque (1757-1761) se corresponde con su periodo al servicio del conde Carl von Morzin (n.º 1 - n.º 5); el segundo bloque en la corte Esterházy (1761-1790 pero con la última sinfonía para el público de Esterházy en 1781); y el tercer bloque (1782-1795) comprende las Sinfonías de París (n.º 82 - n.º 87) y las Sinfonías de Londres (n.º 93 - n.º 104).
[6] Haydn había sido compositor de la corte del príncipe Nicolás Esterházy durante 28 años cuando éste murió en 1790.
El compositor se trasladó a Viena y no tardó en recibir numerosas ofertas de empleo.
Aunque seguía siendo el kapellmeister oficial de Esterházy y con sueldo completo, no tenía obligaciones.
Beethoven le dejó claro que Mozart habría sido su primera opción si aún viviera.
[2] La primera edición fue llevada a cabo probablemente en 1798 por la editorial N. Simrock que publicó un arreglo para trío con piano.
[11] La partitura está escrita para una orquesta formada por:[1][2] En cuanto a la participación del clavecín como bajo continuo en las sinfonías de Haydn existen diversas opiniones entre los estudiosos: James Webster se sitúa en contra;[12] Hartmut Haenchen a favor;[13] Jamie James en su artículo para The New York Times presenta diferentes posiciones por parte de Roy Goodman, Christopher Hogwood, H. C. Robbins Landon y James Webster.
No obstante, existen grabaciones con clavecín en el bajo continuo realizadas por: Trevor Pinnock (Sturm und Drang Symphonies, Archiv, 1989-1990); Nikolaus Harnoncourt (n.º 6–8, Das Alte Werk, 1990); Sigiswald Kuijken (incluidas las Sinfonías de París y Londres; Virgin, 1988-1995); Roy Goodman (Ej.
El primer movimiento, Largo – Vivace, está escrito en la tonalidad de si bemol mayor, en compás alla breve y sigue la forma sonata.
Inusualmente para Haydn durante este periodo, el segundo tema es independiente por completo, en lugar de ser una variación del primero.
Aunque está puntuado por dos acordes fuertes, es más tenue en comparación e insinúa el modo menor.
[4] El segundo movimiento, Adagio, está en fa mayor y en compás de 3/4.
La melodía se desarrolla de manera minuciosa a lo largo del movimiento, con momentos extenuantes y protobeethovenianos que chocan con episodios ingeniosos que podrían haberse trasplantado sin problema a cualquier obertura de ópera francesa escrita en las cinco décadas siguientes.
De hecho, los analistas hacen hincapié en los momentos en los que esta sinfonía predice la llegada de Beethoven: los enérgicos unísonos que detienen el avance del movimiento inicial, la conclusión del segundo movimiento, que resulta insólitamente musculosa para un movimiento tan suave, el minueto, más bien alborotado, y el frecuente equilibrio entre enunciados fuertes y suaves del Finale.