En aquella época se solía emplear un fagot para amplificar la voz del bajo, incluso sin una notación separada.
No obstante, existen grabaciones con clavecín en el bajo continuo realizadas por: Trevor Pinnock (Sturm und Drang Symphonies, Archiv, 1989-1990); Nikolaus Harnoncourt (n.º 6–8, Das Alte Werk, 1990); Sigiswald Kuijken (incluidas las Sinfonías de París y Londres; Virgin, 1988-1995); Roy Goodman (Ej.
[3][11] La Sinfonía n.º 50 presenta algunas relaciones curiosas con la más conocida Sinfonía n.° 48 "María Teresa", que lleva ese sobrenombre porque tradicionalmente se creyó que había sido compuesta para celebrar la visita de la emperatriz al palacio de Eszterháza.
La n.º 50 es en cierto modo menos "avanzada" que la n.º 48, quizá para agradar los gustos conservadores de la emperatriz sobre música.
Se abre con una lenta introducción, marcada Adagio e maestoso, era un rasgo poco común antes de la década de 1780 y transmite el aire majestuoso apropiado para los grandes dioses y diosas que, en este prólogo, pronto aparecerían en el escenario.
[5] La tonalidad elegida es la "brillante" dominante en lugar de la subdominante más habitual, aunque Haydn empleó la dominante para movimientos lentos con más frecuencia, tal vez una cuarta parte del tiempo que la mayoría de sus contemporáneos.
Su función original como movimiento operístico puede explicar su conservadora orquestación, esencialmente solo para cuerdas con un violonchelo solista duplicando la melodía a la octava inferior.
La peculiaridad se ve reforzada por su desarrollo a través de cuatro enunciados en un doble período completo.
En conjunto, el trío se construye así como una transición modulante inestable desde el propio inicio del minueto hacia sí mismo.
Presto, retoma la tonalidad inicial, el compás es alla breve y también responde a la forma sonata.
El ingenioso y apasionante Finale, que está repleto de contrastes dinámicos, retoma la atmósfera lacónica del movimiento inicial.
El desarrollo culmina en dos largos pasajes de acordes fuertes, en rápida alternancia entre cuerdas y vientos.