[7] Ese cambio de valoración social se ha dado en diversas ocasiones en la historia, como testimonian las tópicas lamentaciones literarias[8] por la pérdida de los sencillos y sobrios valores tradicionales en todas las civilizaciones que, con la prosperidad, se hacen más complejas (por ejemplo, la República romana).
[9] El rango de posibles elementos con los que se puede demostrar sofisticación con la elegancia en la selección del estilo y moda adecuados para cada momento y lugar incluyen elementos materiales como el vestido, el calzado, la joyería, los complementos, la peluquería, la cosmética, la gastronomía, la enología, etc.;[10] pero, más que ellos o su valor material, lo que proporciona una elegancia sofisticada es la forma de utilizarlos, así como la pose, los gestos, las miradas, la conversación y todo tipo de habilidades sociales.
Entre los métodos para adquirir la apariencia de sofisticación personal destaca la educación, particularmente los rasgos distintivos que se adquieren en las instituciones elitistas (como los internados británicos -Eton College-), incluyendo el viaje educativo (el Grand Tour tradicional de las clases altas británicas)[11] o las escuelas de señoritas denominadas en inglés finishing school.
[14] En su análisis del humor, el semiólogo Victor Raskin[15] distingue dos tipos de sofisticación: el acceso limitado, o conocimiento alusivo y el procesamiento complejo.
El DRAE mantiene esta etimología ("de sofístico"), al definir "sofisticar" como "adulterar, falsificar algo";[20] mientras que el participio "sofisticado" lo define en distintas acepciones de forma negativa ("falto de naturalidad, afectadamente refinado") positiva ("elegante, refinado") y neutra ("técnicamente complejo o avanzado" -en este caso, aplicable a "un sistema" o "un mecanismo"-).