Sor Patrocinio

El citado capuchino no pudo ser encontrado para tomársele declaración, "por haberse ausentado del reino", lo que para el promotor fiscal de la causa hacía más probable su culpabilidad.

La sentencia advirtió que, de no comparecer, se le juzgaría "por su ausencia y rebeldía".

En cuanto al defensor, Juan M. González Acevedo, alegó, ante las pruebas y declaraciones, que "todo fue mentira [refiriéndose a las pruebas], excepto los tormentos" de su defendida, cuyo papel fue el de "víctima, tanto más digna de compasión cuanto que parecía condenada a una muerte lenta y penosa".

[5]​ Tras dos años de destierro en Talavera, la salud de Sor Patrocinio se resintió y, tras solicitudes epistolares por su parte en ese sentido a la reina, obtuvo permiso para trasladarse a Torrelaguna, donde viviría durante cinco años.

El proceso judicial sustanció también otro hecho, descrito por la religiosa como un vuelo en que supuéstamente un diablo la condujo por tierras de Guadarrama, rapto que finalizó depositándola sobre un tejadillo del convento, en el que la monja había sido descubierta por sus hermanas de Orden, fatigada y sucia de tierra y restos vegetales.

Poco después es elegida abadesa, siendo reelegida para el mismo cargo, hasta su muerte, en los diferentes conventos a los que fue trasladada.

Paga sus maniobras contra Ramón María Narváez con un destierro a Badajoz, aunque el general pronto la perdona y permite su regreso.

Mi madre, muy religiosa (...) consiguió que otros soberanos católicos la firmaran con ella y también actuaran cerca del Pontífice.

En él tuvo lugar un segundo atentado sobre Sor Patrocinio, también con arma de fuego e igualmente sin efecto.

El cardenal Ciliria la envía a Francia para impedir que caiga en manos de los revolucionarios.

Con la restauración de 1874, llega al trono Alfonso XII y se le permite el regreso a España, donde prosigue su labor fundadora, incluso durante el último año de su vida.

Retrato fotográfico de Sor Patrocinio, de Jean Laurent .