De niño cantaba en el coro principal de la Capilla de la Corte Imperial, por lo que llamó la atención de la emperatriz Catalina II, que lo entregó al cuidado del compositor italiano Giuseppe Sarti (1729-1802).
Maestro de capilla de los teatros imperiales de San Petersburgo, desde 1810 pasó a los teatros musicales de Moscú como profesor de canto y director.
Autor de numerosas obras de música sacra, en un principio pareció influenciado por la tradición italiana.
Posteriormente, se decantó hacia el teatro de ópera y la música de cámara, adquirió una actitud claramente nacionalista.
En los ballets a menudo utilizó los cantos populares rusos y ucranianos, hasta el punto de que los historiadores soviéticos lo consideran como un auténtico precursor de Glinka y, en cierta medida, de los propios músicos del Grupo de los Cinco.