Sin embargo, las víctimas no estaban habituadas a una guerra de guerrillas que no se ajustaba a las normas sistemáticas de un ejército contemporáneo.
[3] Los vikingos ya habían desarrollado una red de espionaje en muchos enclaves con amplio movimiento comercial.
Los espías informaban de las costumbres locales, fechas de festividades religiosas, ayudaban a traducir e indicar lugares aptos para iniciar el pillaje y personalidades a quienes se podría raptar y solicitar rescate por su cabeza.
Los vikingos también empleaban las mismas tácticas para sus incursiones en otras zonas nórdicas.
[4] Un ejemplo de strandhögg en la península ibérica fue el ataque sorpresa en Gijón que fue rechazado por Ramiro I de Asturias en el año 844.