Sudario, de la palabra latina sudarium, significa en su origen un lienzo o pañuelo que sirve para cubrirle el rostro a las personas muertas y demostrarles sus respetos.
Sansón prometió treinta sábanas, (en hebreo, sindinim) y otras tantas túnicas a los jóvenes que asistían a sus bodas si podían explicar el enigma que les propuso.
[1] Parece que esta sábana fue cortada en tiras para colocar alrededor del cuerpo y miembros los aromas de que se servían para embalsamar a los muertos.
José le añadió un sudario o pañuelo para envolver la cabeza y la cara; S. Juan, c. 20, v.
Estas sábanas o sudarios, conservados en los tesoros de las iglesias para que en todo tiempo sirviesen al mismo objeto, con el transcurso del tiempo fueron considerados como los lienzos que sirvieron para sepultar a Jesucristo.