Al parecer, el origen de estas curiosas marionetas está asociado a la imagen del espantapájaros, inspirándose en los maniquíes que los campesinos instalaban en sus cultivos, habitualmente inundados, y sustentando la tesis en la posibilidad de que idearan sistemas para mover los maniquíes a distancia.
Posteriormente, artesanos y primitivos dramaturgos pudieron llevar el recurso al terreno del arte popular.
[2] Esta noticia de su práctica cortesana en el siglo XII a. C., hace suponer que era una tradición establecida con anterioridad.
Tradicionalmente, las representaciones transcurren en estanques o lagunas, en cuyas orillas se ha construido con bambú, madera o ladrillo un teatrillo cuya principal característica es el toldo que desciende al agua desde su tejadillo.
Tras ese telón y con el agua hasta la cintura, los titiriteros manejan las marionetas gracias a unos juegos de cuerdas, perchas o varillas, haciéndolas moverse sobre una rejilla sumergida unos centímetros en el estanque cenagoso y por lo tanto opaco.