[2] El Martín inició una nueva era después de una profunda reforma en 1919 a cargo del arquitecto Teodoro Anasagasti.
También hizo sus pinitos como productor Enrique Chicote que imitó la programación del Lara, poniendo a diario cada noche en escena piezas del emergente teatro por horas asociado al género chico y dejando para los domingos por la tarde los dramas en tres actos.
[1] Con la reforma vino la época dorada del ahora «nuevo Martín» que copiando la fórmula iniciada por el Eslava, se convirtió en «templo de la sicalipsis».
Superada la moda sicalíptica, el Martín de Anasagasti acogió géneros mixtos, como las «operetas arrevistadas» (con música popular sencilla y chicas guapas), como Cinco minutos nada menos de Jacinto Guerrero, pieza que se mantuvo en cartel con casi dos mil representaciones.
[13] Tras la guerra civil, el Martín acogió temporalmente la vertiente más ligera del franquismo, representada por el Teatro Nacional de la Falange.
[19] En 1993 el envejecido y fantasmal teatro Martín se vio asediado por la especulación inmobiliaria en un barrio de Chueca dispuesto a convertirse en «meca exquisita del orgullo gay».