Al haber quedado su madre viuda con diez hijos, Teresa se fue del hogar «para ganarse la vida honradamente con sus habilidades» ―según consta en un documento notarial― para no ser una carga para su madre.
Su madre agonizante derogó un testamento anterior, y le legó todos los bienes de su esposo a Teresa.
[4] Así, acaba convirtiendo su casa en lo que el pueblo denominó «el Hospitalillo de Dios».
[4] En los libros del municipio de La Coruña aparecen varias entradas que mencionan a Teresa Herrera: Dos años más tarde, el 14 de junio de 1791, se colocó la primera piedra del dispensario, en un acto solemne al cual asistió ya muy anciana Teresa Herrera, que recorrió el itinerario procesional apoyada en su bastón, cantando con las demás fieles.
[4] Falleció triste por las intrigas que se levantaron nuevamente contra su proyecto.