Tradicionalmente, los insectos han sido considerados como ectotermos o poiquilotermos (animales con temperaturas corporales variables y que dependen de la temperatura ambiental) para diferenciarlos de los homeotermos, condición que se encuentra en varios vertebrados.
Aunque muchos insectos son ectotermos (es decir, adquieren calor principalmente del medio ambiente), otros pueden producir calor por procesos bioquímicos dentro de sus cuerpos (condición conocida como endotermia u homotermia).
Estos insectos que presentan endotermia son mejor descriptos como heterotermos, debido a que no generan calor constantemente y, cuando producen calor, diferentes temperaturas son mantenidas en distintas partes del cuerpo (por ejemplo, hay polillas o mariposas nocturnas que generan calor en el tórax pero el abdomen se mantiene casi a temperatura ambiente).
[3] De esta manera, un insecto volador produce calor que, siempre y cuando no exceda un determinado límite superior letal, será tolerado por el organismo.
[3] Por lo tanto, el resto de esta energía se transforma en calor y a su vez produce las altas temperaturas corporales observadas en insectos endotérmicos.
Sin embargo, durante el precalentamiento estos músculos indirectos de vuelo se contraen al mismo tiempo (o casi al mismo tiempo en algunos insectos)[7] para no producir ningún movimiento de las alas (o reducir este movimiento) y generar tanto calor como sea posible para elevar la temperatura torácica hasta los niveles óptimos en los que estos músculos de vuelo funcionan.
Insectos que adquieren calor casi exclusivamente del sol incluyen a las mariposas.
[12] Para estos escarabajos, el estiércol es un recurso preciado ya que les permite encontrar una pareja y es el alimento de sus larvas.
Los escarabajos detectan el estiércol fresco por su olor y vuelan hacia el lugar donde este se encuentra en minutos de haber sido depositado.