Aproximadamente a las dos y media de la tarde de aquel día los limeños sintieron que la tierra se movía con gran sacudimiento y mucho ruido.
Se desplomaron muchas casas y edificios, entre ellos el del Seminario Conciliar de Santo Toribio.
Allí altos peñascos se desplomaron en el mar con gran estruendo.
Las réplicas del sismo se sucedieron por varios días y los habitantes de Lima optaron por pernoctar en las huertas, plazas y patios, por temor a que volviera a producirse otro gran sacudimiento que terminara por derrumbar lo que quedaba en pie.
Se organizaron procesiones y otras manifestaciones de fe colectiva.