Tiempo del Ruido

Según Mercado y Martínez (1691) el ruido se escuchó alrededor de quince minutos.

La versión de Cassani (1741) nos aporta un dato diferente en cuanto a la duración, ya que dice que se sintió por cerca de media hora, y nos cuenta que se sintieron tres explosiones: “No hubo persona que no se espantase, y que no lo oyese: al primer golpe dudaron, todos al segundo temieron: al tercero se aterraron, y con la perseverancia salieron de sí, y aún de sus casas y aún de la ciudad.

Lo más singular fue, que todo el tiempo que duró este rumor, se esparció por el aire un pestilencial hedor de azufre, que ofendía al sentido: de esto fueron testigos todos aquellos a quienes bastó el ánimo para estar sobre sí, y muchísimos, que en un primer principio, antes de que se turbase la fantasía, salían a las ventanas y al movimiento del aire les apestaba el olor, este quizás se les subiría a la cabeza, para no poder advertir luego su permanencia.

El presidente colonial Gil de Cabrera y Dávalos dirigió una expedición militar hacia las afueras de la ciudad, donde al parecer se sintió más fuertemente el extraño fenómeno.

El ensordecedor ruido terminó aquella misma noche y nunca más se volvió a presentar, mientras que el hedor azufrado permaneció durante algunos días más sobre la sabana de Bogotá.

[4]​ El desconcertante ruido, su duración y el olor a azufre hicieron pensar inicialmente a eruditos y al pueblo llano que se trataba de una manifestación demoníaca propia del final de los tiempos.

El olor azufrado fácilmente alcanzaría una distancia como la que separa la cordillera central de la ciudad (140 km en línea recta).

En Lewis (1996) hay numerosos informes que coinciden con muchos de los fenómenos descritos por Mercado.

[13]​ El Tiempo del Ruido era hasta ahora como una anécdota inexplicada, pero ahora a la luz de la ciencia y de un estudio profundo del fenómeno descrito puede llevarnos a generar hipótesis sobre lo que posiblemente sucedió.