En la cultura persa era habitual la tortura como pena impuesta a los presos[cita requerida].
Una máquina a modo de rueda revolvía sin cesar la ceniza alrededor del reo hasta que se sofocara.
Luego se le cubría con otra artesa sacando su cabeza, manos y pies por agujeros hechos para ese propósito.
En esta postura se le alimentaba obligándole a comer aunque no quisiera.
Expuesto de esta forma al sol, el reo atraía innumerables moscas y otros insectos.