El tratado obligaba a cada una de las partes a respetar la soberanía y la independencia de la otra, y permitió al Gobierno soviético establecer bases militares en Estonia.
[2] En septiembre de 1939, la Unión Soviética afirmó su control sobre los estados bálticos con el Pacto Ribbentrop-Mólotov.
Este último tratado transfirió el distrito de Vilna a Lituania.
A diferencia de los países bálticos, las negociaciones entre Finlandia y la Unión Soviética duraron semanas sin resultado.
Como resultado, el gobierno soviético gradualmente ganó el control sobre el territorio de Estonia.