Aunque debía durar originalmente nueve meses, se fue prorrogando repetidamente hasta 1355.
El francés, Felipe VI (1328-1350), hizo lo propio con parte de su ejército.
El tesoro real estaba agotado y los impuestos para sufragar la guerra tenían que recaudarse en muchos sitios por la fuerza y ni aun así se reunían los fondos suficientes para pagar a las tropas.
[4] Esta favoreció claramente a los ingleses: reconoció su posesión de todo lo que habían conquistado en Francia y Escocia.
[4] Por su parte, a los flamencos se les reconoció su independencia de facto.