Su madre podría haber sido una mujer blanca nacida en Rio Cuarto, hecha cautiva en Renca (San Luis) por un malón que la trasladó con su hijo a Carhué,[1] donde el mismo cacique declaró siempre haber nacido.
Eso se demostraría por su nombre, que habría sido más bien un apodo otorgado en la adolescencia mediante una prueba de capacidad verbal, muy importante en una sociedad oral como la mapuche, con la cual Pincén se vio identificado.
El nombre otorgado habría sido “Pinseñ”, que según Estanislao Zeballos –quien entrevistó al cacique tras su captura– significa “aquel que habla (pin) de sus antepasados (señ)”, y esto es concordante con su posterior definición como Gempin (“dueño del decir”), cuya función era la de orador.
[10] Finalmente, tampoco hay consenso con respecto al origen étnico de Pincén.
Allí fue criado por su madre Amuypán y el capitanejo llamado Ayllapán quien probablemente fuera su padre, un domador de pumas que transmitió sus conocimientos al joven Pincén.
[8][12] En este paraje que adoptó como lugar natal lideraban según el coronel Villegas dos caciques boroganos hermanos llamados Venancio Cuñepán y Pablo Gaylquil.
Los boroganos originarios de Boroa en la Araucanía se habían dividido durante las guerras independentistas de Chile entre una mayoría que apoyaba el bando realista y otras parcialidades como las lideradas por Cuñepán y Pablo que se habían aliado al bando patriota.
Carrera en San Luis, donde es probable que entraran en contacto con la tribu original de Pincén, haciéndolo cautivo.
Entonces, la tribu de los hermanos Cuñepán y Pablo junto con la liderada por el cacique Andrés Rinque se vieron desplazadas hacia tierras ranqueles (Chadileuvú, al este de La Pampa).
[14] Esta parcialidad fue hostil en un primer momento hacia Rosas, en negociaciones para cooptar “indios amigos”, si bien terminarán firmando tratados con el gobernador de Buenos Aires.
En 1845, se los puede ubicar a ambos en un malón en Pergamino, lugar al que Pincén asaltaba con cierta regularidad.
Pincén lideraba su propia resistencia, pero la escasez en números de su tribu lo obligaba a esporádicas alianzas con Calfucurá.
En 1870 Pincén continuaba con sus ataques sobre la frontera oeste junto con otros caciques como Antemil, en contraste a los “indios amigos” como Coliqueo, Reuquecurá, Cañumil y los huiliches del sur, que percibían más raciones del gobierno, en una política de tratados de paz para pacificar la frontera.
En el mismo año se envió una expedición al mando del Cnel.
Se desató un feroz combate conocido como “La Picaza”, con numerosas bajas de ambos bandos.
[26][27] Pincén reunía entonces varios aliados que podían agrupar hasta 1000 lanzas y se perfilaba como uno de los caciques que mantenían la guerra contra el gobierno, a diferencia de aquellos pactistas como Calfucurá.
Heredia, y días después se les enfrentó el regimiento 2 de caballería ante una nueva invasión.
[29] A comienzos del año 1872, Calfucurá decidió realizar una gran incursión en la frontera argumentando los maltratos que habrían sufrido los caciques amigos Manuel Grande, Chipitruz y Calfucir por parte del gobierno.
Una rápida reacción del coronel Francisco Borges permitió rescatarlos y volver a su pueblo.
[34] En mayo de 1874, los indios de Pincén creyeron estar siendo invadidos, cuando se internaron en los campos bajo su dominio el ingeniero Huergo, que estaba haciendo mediciones para extender un ferrocarril a Mendoza, con una pequeña custodia militar y sin aviso previo.
La toldería de Pincén en Trenque Lauquen fue invadida y ocupada por el coronel Conrado Villegas, que estableció allí un fuerte; la gente de Pincén había levantado el campamento a tiempo y se había mudado a Toay.
Namuncurá y Pincén lanzaron entonces el «malón grande», arreando más vacas y caballos que nunca antes; sin embargo, fue el último ataque efectivo de los indígenas, que con la Zanja habían perdido los campos de Carhué, y con ellos las mejores invernadas para su ganado: de allí en más, sólo podrían criar unas pocas vacas, claramente insuficientes para alimentar a todos los nativos, y ya ni siquiera podrían lanzar grandes malones, debido a que los caballos quedaban en muy mal estado por falta de pasto.
[38] Poco después falleció el ministro Alsina, y el cargo fue ocupado por Julio Argentino Roca; éste ya había decidido tomar la iniciativa en forma constante, para no dejar en paz a los indígenas.
[39] Fue enviado preso con su familia a Buenos Aires; primeramente estuvo en el Regimiento número 6, donde le sacaron las fotos que se hicieron famosas: algunas con su familia y una, a pedido del Perito Moreno, de pie, con gesto amenazador y con una lanza en la mano.