Vida de Juan de la Cruz

Las fuentes sobre San Juan de la Cruz son ricas y variadas, pues ya en vida removió muchas conciencias, dejando impresiones duraderas en aquellos que le conocieron.

Director espiritual, que no lo hay igual en toda Castilla, como dijo la madre Teresa, reformador, teólogo, rector, beato, Doctor de la Iglesia y Santo.

Las biografías del siglo XVII español no tenían la finalidad informativa que se entiende hoy, sino más bien una función ejemplarizante.

Curaciones, milagros, tentaciones, exorcismos, levitaciones, mortificaciones, penitencias, apariciones del diablo, profecías (algunas bien históricas, por otra parte), persecuciones, etc.

Durante esos viajes conoció en Fontiveros a Catalina Álvarez, joven hermosa pero de pobre condición con la cual se casó enamorado en 1529.

Acabados sus estudios con 21 años,[ref 26]​ Alonso Álvarez, el administrador del Hospital quiso que se ordenara sacerdote y quedase al servicio de la institución.

[ref 30]​ Como así ocurrió, Bertoldo organizó un eremitorio regido por unas reglas sueltas que su sucesor, San Brocardo unificó.

[ref 35]​[1]​ Había siete mil alumnos matriculados en las diferentes facultades, destacando por número el derecho, las lenguas y la teología.

Al respecto, las primeras inquietudes pudieron ocuparle el año 1567, tiempo en que debía ingresar en la Facultad de Teología.

Después de la entrevista, la madre Teresa comentó a sus hijas que ya tenía fraile y medio para la reforma.

Llevaba con él unos pocos enseres, unas estampas para adornar una improvisada iglesia y unos relojes de arena para regular la vida conventual.

Alcalá, al igual que Salamanca, era uno de los centros culturales del país y la vida estudiantil estaba presente por doquier.

En otra ocasión, estando en Beas privó de la comunión a unas monjas, que se complacían demasiado en el sacramento.

Fray Juan plasmó la visión en un pequeño papel y se la entregó a una de las monjas del convento con la que tenía más trato.

[ref 57]​ En otra ocasión, murió una monja en el convento y fray Juan contempló cómo su alma subía al cielo.

La decisión provocó la abierta oposición de los calzados que enviaron a Roma informes negativos y protestas, no siempre objetivos.

El general de la Orden escribió dos cartas a la Madre Teresa, que no las recibió hasta mucho más tarde.

Al presentar sus credenciales ante las autoridades le fueron retenidas por el Consejo Real, pretextando discordancias con las disposiciones pontificias del nuncio.

La constitución establecía un equilibrio entre la vida activa y la contemplativa, escasa en esto último para las tesis que defendía fray Juan.

Viendo su mejor disposición, fray Juan le pidió un día tinta y papel para escribir cosas de devoción.

Quizá se puede situar alguna composición en el tiempo de Ávila,[6]​ fruto del trato con Santa Teresa, que también era escritora y poetisa, pero todo resulta insatisfactorio.

Más adelante, vio una puerta abierta y, entrando, suplicó a un caballero que le dejase dormir allí mismo.

Tres decisiones tomaron durante el capítulo: la primera fue elegir un provincial, cargo que recayó en fray Antonio de Jesús.

En poco tiempo, las monjas pudieron apreciar el acierto de la madre Teresa al recomendarlas a fray Juan.

El edificio estaba junto a la muralla y consistía en un patio con un claustro superior alrededor del cual se ubicaban las pequeñas aulas.

Fray Juan sabía motivar a la gente hacia la vida espiritual, corrigiendo su quehacer de modo suave y progresivo.

[ref 92]​ En 1585, se celebró en Lisboa un capítulo de la orden al que acudió fray Juan, donde fue reelegido definidor.

Asimismo, cesó en su cargo de provincial Jerónimo Gracián, en favor del padre Nicolás Doria, prior a la sazón en Génova.

Para ello, Ana de Jesús se las ingenió para pedir un breve al Papa que hiciese imposible a la Consulta modificar las reglas dadas por la madre Teresa.

La oración mística consistía en vaciar o desembarazar progresivamente aquello que en la antropología espiritual cristiana se llamaban las tres potencias del alma, a saber: memoria, entendimiento y voluntad.

San Juan de la Cruz, según un retrato atribuido a Zurbarán .
Escudo de la Orden del Carmen.
Biblioteca de la Universidad de Salamanca.
Santa Teresa de Jesús, en un cuadro de Peter Paul Rubens (1615).
Roquedas y cuevas en Pastrana.
Vitral de Santa Teresa.
Cristo de San Juan de la Cruz, en el Monasterio de la Encarnación de Ávila.
Placa conmemorativa en Beas del tercer centenario de la canonización de Santa Teresa. (Azulejos talaveranos , diseñados por el ceramista Juan Ruiz de Luna .)
Ana de Jesús, retrato anónimo.
Monte de perfección.
Universidad de Baeza: Portada de acceso al claustro.
Cedro de San Juan de la Cruz, en el Cármen de Los Mártires de Granada.
Altar de la Iglesia de la Vera Cruz de Segovia, vista desde la cámara superior del edículo central.
Sepulcro de San Juan de la Cruz, en Segovia.