Villavieja es reconocible por su muralla, que cierra el lado más accesible del extremo de la meseta donde se asienta, limitada por el farallón.
La intervención durante el año 2015 consistió en una prospección geofísica para documentar una estructura arquitectónica tumular extramuros y existente en el entorno cercano.
Esta primera ocupación construye la potente línea defensiva de la muralla que cerraba el asentamiento por los dos extremos del espolón rocoso.
Por tanto, desde su origen este lugar es habitado por las características topográficas que facilitan el encastillamiento de la población detrás de una muralla, reforzada por un gran escarpe natural que impide su acceso por el lado opuesto a la muralla.
Esta ocupación (Villavieja I) es previa a la aparición del llamado horizonte cultural de las cerámicas campaniformes en Andalucía.
El sondeo arqueológico realizado hasta la fecha pudo establecer la altura conservada en este tramo intervenido, que se aproxima a los 3,10 m. En síntesis la estructura se constituye en: A tenor de lo excavado, los ejecutores del muro, buscaron un apoyo firme y sólido para su construcción, despejando la tierra hasta conseguir la roca viva de la plataforma de arenisca.
Una vez hallado un asiento resistente y al estar éste en pendiente acuñaron con ripios las primeras hiladas de mampuestos hasta conseguir un plano horizontal para ejecutar el muro.
Con este asiento se garantizaban por una parte una excelente cimentación natural con gran capacidad portante y buena estabilidad para el resto de la construcción.
A medida que se iba ejecutando el muro, nivelándose las hiladas con ripios, se rellenaba de áridos el espacio dejado entre los lienzos principales de mampuestos, para darle consistencia y estabilidad al conjunto.
La muralla se ve reforzada al exterior por una serie de torreones o bastiones adosados.