Virgen del rosal (Botticelli)

La obra estuvo destinada, como la Virgen de la galería y la Virgen con el Niño en la gloria a la Corporación del Arte de la Lana, pues llegaron a los Uffizi a fines del siglo XVIII procedentes de la Cámara de Comercio, que había tenido allí su sede.

El pavimento está ordenado con recuadros de mármol, lo que da mayor perspectiva a la escena.

Por su parte, la granada que tiene en la mano y cuyos granos está a punto de comer el Niño, simboliza la Resurrección.

En esta Madona, como en las demás de la larga serie que pintó Botticelli, puede verse un modelo de Virgen seria, meditabunda, abstraída en su propia belleza y actuando siempre con gran seriedad.

Las Madonas de Botticelli reflejan una relación más intelectual que afectuosa entre Madre e Hijo, a diferencia de lo que ocurre con las Vírgenes pintadas por Rafael Sanzio, que suelen mirar a su hijo y colaborar en sus juegos con una cierta sonrisa.