Sin embargo, el bombardeo desde baja altura aumenta el riesgo de que el avión sea alcanzado por las defensas antiaéreas, y siempre se ha preferido realizar bombardeos de precisión desde mayores alturas.
En algunos casos las mismas no eran más que una serie de clavos insertados en una pértiga apropiada, líneas de referencia dibujadas en el fuselaje del avión, o alineación visual tomando como referencia ciertas partes de la estructura del avión.
Los mismos fueron paulatinamente reemplazados por los sistemas diseñados específicamente para cada tipo de avión y bomba, normalmente alzas y puntos de mira que se podían ajustar considerando la velocidad del avión y la altitud.
Estos primeros sistemas fueron reemplazados por las miras tipo vector, que incorporan la capacidad de medir y corregir el efecto del viento.
[1] Posteriormente durante la Segunda Guerra Mundial, las miras tacométricas eran frecuentemente combinadas con sistemas de radar para permitir realizar bombardeos precisos a través de las nubes o durante la noche.
Lo cual los hace adecuados para bombardeo simple como en las generaciones previas, y misiones tácticas que anteriormente se realizaban con ayuda visual.
Ello simplifica mucho el poder comprender el movimiento que sigue la bomba al desplazarse en el aire.
Si se analiza solo el movimiento en sentido vertical de la bomba, la bomba se encuentra bajo la acción de dos fuerzas primarias, gravedad y la resistencia, la primera posee un valor constante, y la segunda varia con el cuadrado de la velocidad.
En una aeronave volando en línea recta y a altura constante, la velocidad vertical inicial de la bomba es cero, por lo que la fuerza de resistencia inicial en sentido vertical es cero.
Por lo general la bomba se desacelerará al llegar a altitudes bajas ya que el aire es más denso allí, pero la relación es compleja.