Los productos volcánicos que se sobreponen de las rocas sedimentarias datan desde el Cretácico superior y cubren un área de 31 km².
El análisis geológico hecho a partir del mapa del trazado que abarca la estructura volcánica, y el análisis estratigráfico y la petrografía de campo, han mostrado que los informes investigativos llevados en el lugar, han determinado grandes unidades eruptivas y procesos piroclásticos en el transporte y de la deposición que han contribuido en la reconstrucción histórica de la actividad volcánica.
Los restos de materiales encontrados, son producto de la afluencia de lava, creando a su vez unas bóvedas, que antiguamente incineraban y bloqueaban los tuffs que permitieron el flujo y la oleada piroclástica, que se depositaba intermitentemente en los depósitos fluviales y lacustres.
Se cree que al menos hubo unas 14 unidades eruptivas dentro de dos épocas: La primera, abarcó la formación de una caldera volcánica hasta su derrumbamiento, mientras que el resurgimiento de la caldera ocurrió durante una segunda época.
Las edades de dichos acontecimientos han tenido dificultades de ser detectados en las investigaciones geológicas del complejo, puesto que ha existido una carencia para su fechaje radiométrico, por lo que se ha estimado entre 1.9 a 2.5 edades del Ma K/Ar y de Ar/Ar; a lo anterior, se ha sugerido que los eventos eruptivos más recientes, haya ocurrido entre el Plioceno y el pleistoceno, definidos por una gama estratos pliocenicos y pleistocenicos, al menos, en el caso del vulcanismo analizado, es tan antiguo para que se haya presentado en una cordillera tan antigua como la oriental.