WV22

Si bien es cierto que se declaró hijo del dios Amón y construyó enormes templos dedicados a él, subrepticiamente Amenhotep III continuó la senda trazada por su padre, Tutmosis IV, y comenzó a promocionar al mismo tiempo el culto solar.

Así, creó la divinidad de Amón-Ra y también resucitó al dios halcón Atón, que en los años venideros jugaría un papel fundamental en el panorama nacional.

Cuando Amenhotep III murió, dejó un país en una situación muy insegura, al borde del abismo al que acabaría llegando Amenhotep IV (futuro Akenatón) por su beligerancia contra los otros dioses y su escaso interés por la política exterior.

Con este gesto parecía romperse una tradición que habían seguido al menos cinco de los seis antecesores más cercanos a Amenhotep III, y sus motivos siguen siendo un misterio.

Sea como fuere, es poco probable que en un principio WV22 estuviese destinada a Tutmosis IV y después fuese utilizada por Amenhotep III: aunque se ha hallado el nombre del primero en los depósitos de fundación, está demostrado que su enterramiento original fue KV43.

Finalmente, llegamos a la estancia más grande, la cámara sepulcral o cripta (J), con un primer nivel con seis pilares y, tras bajar unos pocos escalones, un segundo nivel donde reposarían el sarcófago y los vasos canopes del difunto.

Aun así, WV22 está situada a cierta altura y no ha sufrido las violentas inundaciones que tanto han castigado otras tumbas reales de periodos posteriores.

El programa decorativo es muy rico y aporta algunas novedades, como, por ejemplo, representar por primera vez la figura del ka real, o mostrar a la diosa Meretseger como una entidad separada de Hathor.

Jollois y de Villiers únicamente recuperaron fragmentos del ajuar funerario del faraón -la tumba había sido saqueada ya en la antigüedad- y dado que los jeroglíficos aún no se habían descifrado, el nombre de su dueño era un misterio.

Las investigaciones parecen apuntar además a un enterramiento intruso, datado con alta probabilidad en la dinastía XX.

El inmenso tesoro del rey más rico de la Edad del Bronce fue brutalmente expoliado, llegando a correr un gran peligro el cadáver real, al ser arrancada la máscara de oro y las joyas y amuletos con gran brutalidad.

Todas las costillas estaban quebradas, y más que una momia el cuerpo parecía un esqueleto.