Para recuperar su fortuna, compró un barco clíper y se trasladó a Europa, donde comerció con mercancías ampliamente por todo el continente y estableció una exitosa casa comercial, William Jarvis & Co.
[1] A raíz de su comercio europeo, Jarvis devino familiar con Lisboa, y como estaba bien conectado en Washington, D.C., fue nombrado por el Presidente Thomas Jefferson cónsul de Estados Unidos en Lisboa.
Al cabo del tiempo Jarvis consiguió que se criase y vendiese esta raza por todo EE UU.
Además, Jarvis enviaba parte de su lana a un molino textil que poseía parcialmente en Quechee, Vermont.
Humphereys había sido nombrado el primer representante diplomático de los Estados Unidos en España en 1795.
Se quedó fascinados por los rebaños españoles y por la producción asociada, que estudiaría a fondo.
Cincuenta día después llegaron a Nueva York, en donde se congregó un público entusiasta para presenciar el desembarco.
Los precios de la fina lana merina se pusieron por las nubes por su calidad y larga fibra.
En 1830 la oveja merina se había convertido en el ganado principal del estado.
[9] Pero la industria dependía de las cambiantes leyes sobre aranceles de la incipiente nación americana, unas veces protectoras y otras dejando al descubierto a los productores domésticos ante una agresiva competición extranjera.
'[12] William Jarvis, uno de los republicanos más poderosos del valle del río Connecticut, ganadero y rico caballero, se ganó su reputación durante aquellos días oscuros por ayudar a los ganaderos de Vermont con su esplendidez.
Incluso a su muerte, los lazos del cónsul Jarvis con la oveja merina oscurecen sus otros logros.
Su vida temprana fue afectada por reveses de fortuna, pero con habilidad, perseverancia, inteligencia y buena fe, se hizo independiente, y pasó sus años últimos en tranquila jubilación en una familia numerosa; su última aspiración de afecto gratificada por poder dejar sus huesos en paz entre aquellos a quien amó en vida".
El boom de la oveja merina dio a los ganaderos de Vermont una función a todos aquellos mojones rocosos que había por todas partes.
Los ganaderos al no encontrar suficiente madera, recurrieron a las piedras, construyendo muros que son incluso en la actualidad iconos del paisaje de Vermont.