Quizás la característica armónica más atrevida de la pieza sean las agrias inflexiones del acorde aumentado, sobre todo en la llamativa cadencia final.
La primera interpretación pública dio lugar a que Walton fuese calificado como un moderno vanguardista —el crítico Ernest Newman dijo de él: "como bromista musical es una joya de primera especie"[7]— aunque las siguientes provocaron una gran controversia.
La Sinfonía nº 1 (1931-35) tuvo una génesis inusual: Walton mantenía una relación tempestuosa con Imma von Doernberg, quien finalmente le dejó por el médico húngaro Tibor Csato.
Los dos compositores favoritos en los años 1930 en Inglaterra fueron Beethoven y Sibelius, este último defendido por Lambert en su popular libro de crítica musical Music Ho!
Tras Troilus y Cressida, Walton volvió a la música orquestal, componiendo en rápida sucesión, el Concierto de violoncelo (1956), la Sinfonía nº 2 (1960), y su obra maestra del período de posguerra, Variations on a Theme by Hindemith (1963).
Su música a partir de los años 1960 muestra un rechazo a las tendencias vanguardistas de la posguerra —que capitaneaban Boulez y sus próximos— y prefirió componer en un estilo posromántico, que encontraba más gratificante.
in love, 1960) y Elisabeth Schwarzkopf (A Song for the Lord Mayor's Table, 1962).
Intentó en varias ocasiones componer una tercera sinfonía para André Previn, pero nunca finalizó el encargo.
Desde su muerte, la música de Walton ha ido ganando atención, tanto en interpretaciones públicas como en grabaciones.